23/6/12

Encerrada


Hacía frío y sentía mi cuerpo en tensión. Despacio, conseguí abrir mis ojos. Me encontraba en una sala sumida en la más profunda oscuridad. Poco a poco, intentando destensar mi cuerpo, me fui levantando. Una vez ya en pie, fui palpando la pared en busca de una salida. Encontré una puerta de hierro, pero no se podía abrir, estaba encallada por fuera. Grité, por  si tenía suerte, para que alguien me oyera y me sacara de allí, más mis esfuerzos fueron en vano. Me volví a sentar en el suelo y me dispuse a ver la sala, ya que mis ojos poco a poco se habían ido acostumbrando a la oscuridad. Esta era pequeña, no más de diez metros cuadrados. No había ningún mueble ni objeto en ella. Tan solo paredes húmedas, la puerta de salida y yo. Mientras observaba como unas gotas caían, unas tuercas en mi cerebro encajaron. Tenía el móvil… Siempre y cuando, el que me había encerrado no me lo hubiese quitado. Gracias a Dios, el objeto estaba guardado, en perfectas condiciones, en mi bolsillo. Miré la cobertura. Tenía dos rayas, más que suficientes para llamar. Una gran sonrisa apareció en mi rostro, pero se descompuso al oír un mensaje de voz que me habían enviado. Solo me quedaba saldo para una llamada. Solo una. ¿A quién podría llamar? Empecé a sucumbir a los nervios y como consecuencia, unas lágrimas cayeron de mis ojos. Enterré la cabeza entre las piernas intentando pensar. ¿Cómo había acabado allí? Era la pregunta que más me hacía a mí misma. No se me ocurría nada y sabía que nunca lo llegaría a saber por lo que dejé de pensar en ella. Tenía que utilizar la llamada que me quedaba, así, podrían rescatarme. ¿Pero a quién llamo? ¿A la policía? Podría caber la posibilidad de que pensaran que estoy loca o que es una broma, con ellos no me podía arriesgar; ¿A mis padres? No, ellos estarían demasiado ocupados como para hacerme caso, seguro que me dirían lo mismo de siempre: tú te has metido en ese problema así que arréglalo sola. Parece ilógico que unos padres digan eso explicándoles mi situación actual pero les conocía, sabía que no moverían ni un dedo en buscarme; ¿Mis amigos? Ni en broma, tan solo están conmigo por interés, no creo que a ninguno le caiga bien. ¿Dante? Se me encogió el estómago al pensar en él. Era mi ex, rompí con él por todos los problemas que estaba teniendo por mi culpa, porque él se merecía a alguien mejor que yo, aunque le seguía queriendo como el primer día. Él estaba descartado totalmente. Seguí pensando en distintas personas que conocía pero a ninguna le importaba de verdad. El descubrimiento me cayó como una jarra de agua fría. Si no le importaba a nadie, ¿Para qué iba a querer volver? Más lágrimas recorrieron mis mejillas. No sé cuánto tiempo estuve llorando pero al acabar ya tenía todo previsto. Sabía a quién iba a llamar. Sabía que no volvería a ver la luz del sol. Sabía que mis últimos segundos los pasaría aquí encerrada. Pero lo que iba a hacer, me parecía lo correcto. Busqué en mis contactos su número y le di a marcar. Sonaron varios tonos antes de que lo cogieran. Una voz preguntó quién llamaba. Era él. Distinguiría su voz en cualquier lado.

-Te quiero.-Dije tristemente.

-Anna, ¿Eres tú?-Su voz sonaba esperanzada, pero yo no quería eso, no debía darle esperanzas, porque no volvería a estar a su lado.

-Adiós.-Dije sin responder a su pregunta.

-Pero Anna…-Colgué antes de que pudiera decirme cualquier cosa. Ya lo había hecho. Había cumplido la última cosa que quería hacer antes de morir. Despedirme de Dante y decirle por última vez lo que sentía por él, era mala, lo sabía, no debía haberle llamado porque seguramente le había causado daño, pero necesitaba hacerlo para poder descansar en paz, dado que él, era la única persona a la que de verdad yo le había importado. Cerré los ojos y dejé que poco a poco la oscuridad se adueñara de mí para siempre.






Espero que les guste, esta es una historia corta que inventé para un concurso de literatura :) Bss