29/9/12

Contra el maltrato animal, ¡importante!

Hola, esta entrada la estoy escribiendo para avisaros de que una amiga y yo hemos creado un blog en contra del maltrato animal. Surgió porque el otro día tuvimos que hacer una exposición en clase de lengua y decidimos que el tema sería ese. Lo que no sabíamos era las clases de barbaridades que hacen algunas personas. Nuestros compañeros de clase y el profesor nos felicitaron por el trabajo, dijeron que era un poco fuerte y que las imágenes eran espantosas, nosotras ante eso solo les dijimos: -hemos expuesto lo que la gente hace en el mundo, es bastante desagradable, lo sabemos, pero este trabajo os ha abierto los ojos para ver la clase de personas que existen-

Tras eso empezamos a divagar sobre la posibilidad de hacer otra vez esa exposición en otras clases, claramente eso era imposible, y entonces se nos ocurrió la idea de hacer un blog. ¿qué otra manera podría ser más fácil para que las máximas personas posibles pudiesen leerlo? Por lo tanto nos pusimos manos a la obra. Aquí os dejo el link del blog, espero que os paseis y lo divulgeis, los animales también son seres vivos y no merecen sufrir de esa manera.

http://nomaltratesanimalesellosnoloharian.blogspot.com


Gracias a todos los que se pasen. Miles de animales os lo agradecerán.


26/9/12

Pecuniam et avaritia



¡Hola! Hoy les traigo una HISTORIA, es un poco larga por lo que la dividiré en dos partes y más adelante colgaré la continuacíón. Esta historia no es solo mía dado que mi QUERIDISIMA PRIMA me ayudó a escribirla cuando tuve un bloqueo (algo que seguro a vosotros también os sucede) Bueno espero que os guste ^^

 

                             Pecuniam et avaritia


Hoy era la noche que decidiría su destino, para bien o para mal. Su vida ahora pendía de un fino hilo que podía ser rasgado con un simple soplo de brisa. Y podría ascender hacia la gloria o caer hacia un interminable barranco de hostilidad, tristeza y desgracia. Las manos le sudaban, y el bolígrafo que sujetaba Carlo Broschi temblaba levemente. El teatro San Bartolomeo estaba hasta los topes de gente que aguardaba la llegada del nuevo talento castrati con gran impaciencia. En ese momento, alguien entró en sus aposentos.

-Prepárese, señor Broschi, saldrá al escenario en escasos minutos.

-Gracias, señor Cavalli, puede retirarse.

Hizo una rápida reverencia antes de salir por la ricamente tallada puerta. El cantor respiró profundamente para intentar alejar los malos pensamientos que agarrotaban su alma. Cada segundo que pasaba, para él era una eternidad. Por fin, como si de un milagro se tratara, oyó la puerta volver a abrirse, y una lejana voz que lo llamaba para ir al escenario. Durante un largo momento, pensó que sus piernas no soportarían su peso, pero salió victorioso de su pequeña lucha interior. Sus pasos le dirigieron hacia el gigantesco escenario, como si de un sonámbulo se tratara. Llegó al centro de todas las miradas y la multitud calló, expectante. Paseó su mirada a lo largo de las butacas llenas de los jueces de su futuro. Tomó aire por última vez, y comenzó a cantar la conocida obra “Angelica  e Medoro”

 

***

Nicolo Bussotti estaba terminando su mejor creación hasta la fecha. Solo faltaba ajustar un poco las cuerdas para lo que sería el regalo de bienvenida al mundo para el hijo suyo que no tardaría en llegar. Bebió un poco de la copa de vino que yacía en su mano, cuando, de pronto, un alarido desgarrador inundó la estancia. Derramando el vino sobre su obra corrió hacia el lugar de donde provenía tal grito. La habitación de su mujer. Entró en ella como si la vida le fuera en ello, y la visión que le recibió le dejó anonadado: una figura se retorcía debajo de las que fueron blancas sábanas, que ahora habían cambiado a un enfermizo color rojo. Rápidamente llamó a la comadrona que llegó en quince minutos. Esta le ordenó esperar fuera para que no se interpusiese en su trabajo. Sin oponer resistencia se marchó ya que se sentía incapacitado para hacer otra cosa que no fuera estorbar. No pudo quedarse mucho tiempo cerca de la habitación sentado, porque los alaridos de su mujer le atravesaban el corazón como afilados puñales, así que fue a su taller para darle los último retoques a su obra. Sintió que el alma se le caía a los  pies cuando vio que el violín en el que tanto había estado trabajando había sido empapado por el vino que había derramado anteriormente. Intentó quitar la mancha, sin éxito, pues el violín había sido irrevocablemente teñido de un rojo, probablemente igual que el que ahora teñía las sábanas de la habitación de su mujer. De pronto, un silencio escalofriante captó su atención, y sus más temidas pesadillas parecieron cobrar vida. Anduvo lentamente sin capacidad de pensamiento hacia la habitación. Los desbocados latidos de su corazón no auguraban nada bueno. Cuando estaba frente a la puerta dudó si conseguiría afrontar la imagen que prontamente se le aparecería. Una figura la abrió silenciosamente y la imagen que vio no fue ni la mitad de dolorosa de lo que había imaginado. Su mujer yacía inerte sobre la cama y en sus brazos se hallaba una pequeña criatura que según pensó él le había arrebatado la vida a su querida esposa. No pudo reaccionar, ahora mismo no se encontraba en ese mundo. Los sentimientos encontrados iban cobrando forma en su interior. La imposibilidad de reaccionar fue poco a poco fue sustituida por un desasosiego que se presentó en forma de llanto. En ese momento tomó una gran decisión: la mayor obra del gran Bussotti, el mejor creador de violines de la  historia, había sido realizada el día de su perdición. La muerte de su mujer y su hijo quedaría reflejada para siempre en el color escarlata del que de ahora en adelante se llamaría “El Violín Rojo”.

***

La noche había sido un éxito. Al terminar la actuación todos se habían levantado aplaudiendo invadidos por una extraña emoción de felicidad y tristeza. Carlo Broschi hizo un par de reverencias y salió del escenario con una sonrisa dibujada en su pícara cara. Eso solo fue el principio de una gran velada, que además de méritos profesionales, también incluía alguna que otra conquista personal. Cuando se había retirado a sus aposentos recibió la extraña visita de un sorprendente personaje, Paulo Farinelli, quien le había dicho que su jornada había sido brillante.

-Señor Broschi, siento molestarle, ¿me dedicaría unos instantes?

-Si, por supuesto, adelante.

-Vengo para felicitarle por su espectáculo, ha sido fantástico. Al oírle alcanzar esas notas tan agudas he sentido mi corazón en un puño, creí que desafinaría en alguna, pero no, no se ha equivocado. Mi más sincera felicitación. Aunque he venido aquí por otra razón.

<<En estos tiempos que corren es difícil encontrar un buen artista. Los grandes talentos se descubren cada mucho tiempo, y cada patrón necesita una vida y más para encontrar su estrella. Muchos no llegan ni a conocerla, por eso me siento muy agradecido al cielo por haber conseguido al fin a un cantaor tan grande como tú, por lo tanto, y como creo que ya sospecha, he venido para ofrecerle la posibilidad de ser representado por mí. Ya sé que su hermano y vos están muy unidos, y será difícil convencerle, así que le ruego escuche mi proposición entera. >>

-Señor Farinelli-le interrumpió Carlo-, creo que ninguna oferta suya va a conseguir separarme de mi hermano, así que creo que si no tiene nada más que hacerme saber, creo oportuna su retirada.

-No, señor Broschi, no me voy a ir a ningún lado hasta que no escuche lo que he venido a decirle:  no creo que en su corta vida artística haya oído jamás una proposición semejante a la mía, ni al mismísimo Haendel  se le habría pasado por la cabeza una riqueza semejante obtenida por otra persona que no fuera Dios. ¿He despertado su curiosidad?

-Sinceramente, creo que mantengo en pie mi opinión inicial- respondió secamente Carlo.

-Bueno, aún así continuaré, y verá como al final se dará cuenta de que jamás se le presentará una propuesta similar. Lo que  le estoy ofreciendo es una riqueza sin par: diez veces su peso en cofres repletos de oro.

Carlo Broschi no pudo responder. Jamás, ni el mismo respetado monarca del país, vería esa cifra en el largo recorrido de su vida. Solo se podía reunir juntando la fortuna de cinco de los más ricos monarcas de Europa. Y aún así, lo dudaba. Se sintió dividido, entre su hermano y esa increíble fortuna. Al ver que no acababa de decidirse, el misterioso personaje añadió:

-Tendrá todo lo que quiera, mujeres, fortuna, fama. Todo eso será suyo si decide aceptar mi oferta, podrá dominar su destino. Y si al final decide tomar este camino, obtendrá una antigua reliquia que le puede ayudar a cumplir sus más deseados sueños.

Ante esta última noticia Carlo quedó completamente estupefacto. Nunca había sentido tanta curiosidad como en aquel momento. Seguramente era una treta para que aceptara la oferta. Ni siquiera pensaba que el dinero que le había ofrecido fuera cierto. De todas formas, le podía obligar a enseñarle  ese mítico objeto.

-¿Cuál es esa misteriosa reliquia?- preguntó Carlo con cierta sorna.

-Ah, eso, mi señor, deberá esperar. De momento puedo garantizarle que, con lo que ahora recibirá, no necesitará el amuleto para cambiar su destino.- dijo el hombre, con una sonrisa misteriosa en su rostro. Carlo no sabía qué hacer.

-Déjeme a solas con mis pensamientos, y le haré llegar mi respuesta lo antes posible.- pareció que el señor Farinelli se daba por satisfecho. Hizo una exagerada reverencia, le dio las gracias por su atención y se marchó.

Cuando al fin se quedó solo, recibió una más agradable visita. No logró darle vueltas al asunto, pero tampoco lo lamentó.

                                                                                                                                          ***

-Buenos días, señora. ¿En qué puedo ayudarla?- preguntó alegremente Beltrán. Estaba orgulloso de haber conseguido trabajo en el taller del gran Nicolo Bussotti, el cual estaba últimamente muy extraño. Había oído rumores de la muerte de alguien muy querido de su familia, pero, claro, con lo que la gente exageraba, perfectamente podría tratarse de la muerte de un conejo, que a lo mejor ni tenía.

-Buenos días, pues verá, quería comprar un violín. La fama de tu señor no conoce fronteras.-Añadió con una deslumbrante sonrisa que encajaba a la perfección con su bello rostro. Beltrán se quedó extrañado de que una mujer tan hermosa como aquella se dignara siquiera a mirarle.

-Bueno, en ese caso, haga el favor de seguirme mientras le muestro nuestras mejores obras.- empezó a andar guiándola por un estrecho túnel que llevaba al taller donde se encontraban las más valiosas obras de Nicolo Bussotti. Le enseñó el primer violín, que contaba con una bella tapa hecha de pícea, importada directamente de Noruega, pero el resto era de ébano, un material más usado para las guitarras. Al parecer la mujer se dio cuenta de ello, se lo hizo saber a Beltrán, y pasaron al siguiente ejemplar, un bello instrumento que parecía sabedor de su belleza, pero ella le encontró otra pega. Siguieron así durante unos cuantos minutos, pero ninguno era perfecto para ella: que si las eses eran muy estrechas, el puerto muy afilado…

-Parece que la fama de Bussotti es algo exagerada, ¿verdad?- dijo, con una nota de sarcasmo en la voz. Estaba tratando que el chico le dijera dónde estaba el mejor violín. Y así lo consiguió:

-Bueno, el señor Bussotti tiene una obra maestra que aún no ha puesto a la venta…- lo dejó en el aire, a ver cómo respondía a aquello.

-Y supongo que ningún comprador normal puede verlo, ¿verdad?

-Pues la verdad es que no.

-Pero es que resulta que yo no soy una compradora normal.- dijo, con un tono mezclado entre apremiante y amenazador.

-Pero el señor ha dicho…

-¡Me da igual lo que te haya dicho! Tú enséñamelo, y después de ver la gran suma de dinero que puedo ofreceros, me dirás si sigo sin poder verlo.- rugió la mujer, y en su tono de voz había desaparecido la parte apremiante y solo quedaba clara la amenaza.

-Sí, señora- dijo, como un niño al que acaban de descubrir robando mermelada. Ella soltó una sonrisa triunfal, y siguió al chico, que la guió hacia una cámara que era precedida por el taller. Probablemente se trataba del estudio privado de Nicolo. Cuando pensó en ello, a Beltrán le recorrió un escalofrío por la espalda, y pensó que podrían despedirlo por lo que estaba haciendo. Al contrario que él, la mujer estaba divertida por el miedo del aprendiz, y a la vez complacida por haber conseguido su propósito. La estancia era bastante estrecha, pero a pesara de su pequeñez, estaba tan ricamente adornada que podría haber pasado por una habitación de reyes. Al parecer, la fama no era tan exagerada, pensó ella. Había cofres de secuoya repartidos por la habitación, unas cortinas de seda, probablemente importadas desde la China exclusivamente para él, y plantas  como orquídeas negras y bambúes metidas en jarrones de oro y bronce. Aunque ella estaba acostumbrada a las riquezas quedó verdaderamente impresionada. Y en medio de aquel tesoro, la mujer, que sabía apreciar más que nada la música, quedó maravillada al ver el gran violín que allí se erguía majestuosamente.

-Es este, señora- dijo Beltrán, con una voz apenas audible.-Se llama “El Violín Rojo”, y es la joya más apreciada de mi señor.

-Lo quiero.-Dijo la mujer saliendo de su ensimismamiento.-Pagaré lo que haga falta por tal grandiosa reliquia. Es hermosa, y ese tono rojizo como la sangre le da aún más atractivo.

-Lo siento señorita, pero este violín no se encuentra en venta. Mi señor le tiene demasiado aprecio.

-¿Más aprecio que a dos mil escudos?-Preguntó irónicamente.

-Incluso más que a esa gran cantidad de dinero.-Los dos se giraron sorprendidos y se encontraron con la imponente y enfadada figura de Nicolo Bussotti.

-Ese violín no está a la venta, como mi querido aprendiz probablemente ya le haya dicho, así que le ruego que salga de aquí lo antes posible, si no quiere que pierda la razón y cometa alguna estupidez- dijo, sin disimular su furia.

-A lo mejor diez mil escudos…- dijo, pero la frase se quedó a medias, ya que su aplomo inicial la estaba abandonando. Nicolo la miró con más furia en su mirada si eso fuera posible. La señorita, ante aquella situación decidió irse por su propia cuenta ya que podía conseguir esa joya por otros métodos. Nicolo Bussotti respiró aliviado cuando esta se fue, y se dio la vuelta para encararse con el muchacho.

-No tengo nada que decir. Puedes recoger tus cosas y volver a tu casa.- dijo él. El muchacho ya se lo esperaba, pero aun así fue muy duro.

-¡Ah! Y por cierto, si ves a algún muchacho que quiera trabajar para mí, envíamelo, ¿vale?- dijo, intentando hacerle sentir mal y culpable. Beltrán se alejó arrastrando los pies, pensando en cómo mantendría a su familia a partir de ahora.

Pero aquella no sería la última vez que entraría en el taller. Ni tampoco la última que vería a la bella mujer. Y curiosamente, ambos hechos estaban estrechamente relacionados.

A la mañana siguiente, el taller apareció lleno de gente que quería conseguir el empleo que había quedado vacío, ya que la noticia se había extendido como la pólvora. Cuando Nicolo hubo decidido quién ocuparía el puesto, se dirigió al taller. Parecía que las cosas no podrían mejorar nunca. El gran altar en el que se tendría que alojar su violín estaba vacío.

Y, mientras, en una lujosa casa del barrio más rico, una hermosa mujer y un chiquillo hablaban:

-Muchas gracias por tu ayuda- dijo ella, con una encandiladora sonrisa.

-No… No hay… De qué-respondió medio hechizado el muchacho.

-¡Qué pena que no vayamos a trabajar de nuevo juntos!- mintió, con el engaño pintado en el rostro. El chico estaba tan hipnotizado que no se dio cuenta de ello.

-Ya lo creo- respondió como un inocente cordero a punto de ser degollado. Lo cual no distaba mucho de la verdad.

-Pero bueno, qué lástima que no puedas volver a trabajar en ninguna otra cosa- añadió ella. El chico salió de su engaño cuando dijo esto último. Pero fue demasiado tarde. Lo último que oyó fue una espada que rasgaba el aire.
 

 

 

Dentro de poco colgaré su continuación, para ser más exactos la semana que viene. He decidido colgar todas las semanas, publicaré todos los miércoles si el instituto no me lo impide ^^ Bss

11/9/12

Amistad

 

Esta entrada se la dedico a mis mejores amigas que siempre están allí para ayudarme tanto en los malos como en los buenos momentos.  Os quiero chicas ^^



   Me quedé enganchada en aquel lazo invisible que nos unió en el momento que nos conocimos.

   Aunque pareciese ridículo, si alguien tirara de aquel lazo con todas sus fuerzas no lograría romperlo.

   Aquel lazo era una unión que nos juntaría para el resto de nuestras vidas.

   Aunque fuera impalpable, nosotras sabíamos que estaba allí, y era sólida como la certeza de saber que solo existiría entre nosotras.

   Lazos rotos, lazos unidos ¿Cuántos tipos de lazos habrá? Nadie jamas lo sabrá, pero sé que al menos uno es único: el que nos unió a ti y a mi.

                                 El lazo de la amistad